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martes, 30 de octubre de 2012

Aventura en el colegio




En una tarde de tormenta al sentirse aburridas en casa, mis hijas me pidieron que les contara alguna anécdota de mi etapa escolar. De repente en mi mente pude recordar una situación que viví junto a tres grandes amigas cuando nos encontramos cursando el último año escolar de la etapa de primaria, y sin dudarlo dos veces comencé a narrarles mi aventura.

Nadia, Alejandra y Marta, que así se llamaban mis amigas, se acercaron hacía mi y nos dispusimos a bajar en nuestra ansiada hora de recreo.
Al bajar Nadia se dirigió a nosotras diciendo:
- Pasemos por el servicio de la primera planta.
Todas conformes la acompañamos. Al llegar a la puerta añadió:
- No tardaré, si queréis esperarme fuera.
Alejandra y Marta aceptaron y esperaron fuera pero yo entré a lavar mis manos.
Cuando me disponía a abrir uno de los grifos, alzando la vista hacia el alicatado de la pared, asombrada me quedé al observar una mancha roja con forma de mano y exaltada solté un fuerte grito. Al oírme Alejandra y Marta desde fuera preguntaron:
- ¿ Qué ocurre Azucena ?
De mi boca no salían palabras posibles, un gran nudo se formó en mi garganta, fue entonces Nadia quien cerrando la puerta tras de si, exclamó:
- ¡ Chicas venid a ver esto !
Pasando un rato observando la extraña marca, Nadia rompió el silencio:
- No sé que pensaréis vosotras pero opino que estamos ante un misterio, pues la marca es de una mano adulta y el color rojo parece sangre.
Desviando mi mirada al suelo pude ver un reguero de gotas del mismo color entonces las advertí:
- Chicas mirad el suelo.
Todas miraron, nadie decía nada. Entonces, Marta que siempre fue la más prudente y miedosa del grupo, añadió:
- Creo que lo mejor sería avisar a algún profesor.
Así pues nos dirigimos a la sala de profesores y les contamos lo ocurrido; Estos se dispusieron a seguirnos. Cuando llegamos, para nuestra sorpresa, las manchas habían desaparecido y creyendo los profesores que había sido una broma de mal gusto decidieron castigarnos.
Ninguna volvió a hablar de lo sucedido y cuando llegó la hora de marcharnos a casa, tan solo nos despedimos con un hasta mañana.

Al día siguiente cuando llegó la hora del recreo y volvimos a entrar en el baño, encontramos las marcas de nuevo casi en el mismo lugar. En nuestros rostros afloraban gestos de preocupación y temor. Ya no podíamos volver a llamar a los profesores puesto que de nuevo seríamos castigadas, si al volver hubieran desaparecido las manchas, como ocurrió el día anterior.
Como siempre Nadia que era la mas valiente del grupo tuvo una idea:
- Vamos a seguir las marcas del suelo y así descubriremos este misterio.
Así lo hizo y Alejandra y yo, con paso firme la seguimos. Marta aterrada alzo su voz diciendo:
- ¡ Conmigo no contéis ! ¿ Y si nos ocurriera algo ?
De nada sirvieron sus palabras pues al ver que se quedaba sola, con paso tímido caminó tras nosotras.
Nos detuvimos ante la puerta de un aula, al intentar abrirla comprobamos que la llave estaba echada. Nadia dirigiéndose a mí preguntó:
- ¿ Azucena, las aulas siempre están abiertas en horario de clases verdad ?
Con un ligero movimiento de cabeza arriba y abajo contesté sí a su pregunta. De repente escuchamos pasos de alguien que se acercaba y sin pensarlo dos veces, corrimos a escondernos tras el hueco de las escaleras.
Marta presa del pánico, respiraba tan fuerte que a distancia podía escucharse. Pasé mi brazo sobre su hombro y susurrando le dije:
- No tengas miedo, estamos juntas las cuatro, no pasará nada.
Mis palabras sirvieron de ayuda para que su agitación se aplacara un poco, lo suficiente para que no nos descubrieran.
En unos instantes alcanzamos a ver un hombre bajito, con pantalones oscuros y camiseta blanca. En su camiseta se apreciaban manchas rojas de distintos tamaños, nos miramos unas a otras sin hablar, pero nuestras miradas decían que todas pensábamos lo mismo.
El extraño personaje abrió con una de las múltiples llaves que traía en un manojo, la puerta que escondía el misterio y se adentro en el aula dejándola entreabierta.
Dejando pasar unos segundos nos acercamos hacia la puerta. Nuestras caras se volvieron pálidas al contemplar lo que dentro había. Bultos de distintos tamaños tapados con sábanas blancas, estas impregnadas de manchas rojas. Marta no pudo contenerse y presa del pánico lanzó un grito, el hombre al oírla se dirigió veloz hasta la puerta, y enfadado al vernos dijo:
- ¿ Qué estáis haciendo aquí ?
Asustada al igual que las demás Nadia contestó:
- Señor nosotras vimos manchas rojas en el baño y siguiendo las del suelo llegamos hasta aquí, sólo queríamos obtener respuestas.
El hombre con su rostro serio dijo:
- Entonces ya me habéis descubierto, ven acércate
Añadió mirándome a los ojos y yo lentamente obedecí.
- Ve allí junto a la ventana y quita la sábana.
Con temor a lo que podría encontrar debajo, con los ojos cerrados y lentamente levanté la sábana, entonces escuché las enormes carcajadas que brotaban de los labios de aquel hombre. Despacio abrí mis ojos llevándome una gran sorpresa al contemplar un viejo calefactor que bajo la sábana se hallaba.
El hombre ahora con rostro cariñoso se dirigió a nosotras:
- Si antes de haber sacado conclusiones misteriosas hubieseis sido mas observadoras, os habríais dado cuenta de que las rejas de las ventanas antes eran verdes y ahora son rojas. Yo tan sólo soy un simple pintor, las marcas del suelo son a causa del goteo de mis cubos y la de la pared consecuencia de mi cansancio, pues al esperar que se llenen de agua los cubos, apoyé mi mano manchada en ella. Luego volví y limpié todo lo ensuciado. Avergonzadas pedimos perdón al señor pintor y nos retiramos para volver a clase.
Lo que apuntaba ser una serie de crímenes escolares, terminó siendo una situación bochornosa para nosotras, que con el tiempo quedó en una anécdota que produce una alegre hilaridad.

                                                                     FIN



Alejandra M.C. 15/10/12

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