En una tarde de tormenta
al sentirse aburridas en casa, mis hijas me pidieron que les contara
alguna anécdota de mi etapa escolar. De repente en mi mente pude
recordar una situación que viví junto a tres grandes amigas cuando
nos encontramos cursando el último año escolar de la etapa de
primaria, y sin dudarlo dos veces comencé a narrarles mi aventura.
Nadia, Alejandra y Marta,
que así se llamaban mis amigas, se acercaron hacía mi y nos
dispusimos a bajar en nuestra ansiada hora de recreo.
Al bajar Nadia se dirigió
a nosotras diciendo:
- Pasemos por el servicio
de la primera planta.
Todas conformes la
acompañamos. Al llegar a la puerta añadió:
- No tardaré, si queréis
esperarme fuera.
Alejandra y Marta
aceptaron y esperaron fuera pero yo entré a lavar mis manos.
Cuando me disponía a
abrir uno de los grifos, alzando la vista hacia el alicatado de la
pared, asombrada me quedé al observar una mancha roja con forma de
mano y exaltada solté un fuerte grito. Al oírme Alejandra y Marta
desde fuera preguntaron:
- ¿ Qué ocurre Azucena
?
De mi boca no salían
palabras posibles, un gran nudo se formó en mi garganta, fue
entonces Nadia quien cerrando la puerta tras de si, exclamó:
- ¡ Chicas venid a ver
esto !
Pasando un rato
observando la extraña marca, Nadia rompió el silencio:
- No sé que pensaréis
vosotras pero opino que estamos ante un misterio, pues la marca es de
una mano adulta y el color rojo parece sangre.
Desviando mi mirada al
suelo pude ver un reguero de gotas del mismo color entonces las
advertí:
- Chicas mirad el suelo.
Todas miraron, nadie
decía nada. Entonces, Marta que siempre fue la más prudente y
miedosa del grupo, añadió:
- Creo que lo mejor sería
avisar a algún profesor.
Así pues nos dirigimos a
la sala de profesores y les contamos lo ocurrido; Estos se
dispusieron a seguirnos. Cuando llegamos, para nuestra sorpresa, las
manchas habían desaparecido y creyendo los profesores que había
sido una broma de mal gusto decidieron castigarnos.
Ninguna volvió a hablar
de lo sucedido y cuando llegó la hora de marcharnos a casa, tan solo
nos despedimos con un hasta mañana.
Al día siguiente cuando
llegó la hora del recreo y volvimos a entrar en el baño,
encontramos las marcas de nuevo casi en el mismo lugar. En nuestros
rostros afloraban gestos de preocupación y temor. Ya no podíamos
volver a llamar a los profesores puesto que de nuevo seríamos
castigadas, si al volver hubieran desaparecido las manchas, como
ocurrió el día anterior.
Como siempre Nadia que
era la mas valiente del grupo tuvo una idea:
- Vamos a seguir las
marcas del suelo y así descubriremos este misterio.
Así lo hizo y Alejandra
y yo, con paso firme la seguimos. Marta aterrada alzo su voz
diciendo:
- ¡ Conmigo no contéis
! ¿ Y si nos ocurriera algo ?
De nada sirvieron sus
palabras pues al ver que se quedaba sola, con paso tímido caminó
tras nosotras.
Nos detuvimos ante la
puerta de un aula, al intentar abrirla comprobamos que la llave
estaba echada. Nadia dirigiéndose a mí preguntó:
- ¿ Azucena, las aulas
siempre están abiertas en horario de clases verdad ?
Con un ligero movimiento
de cabeza arriba y abajo contesté sí a su pregunta. De repente
escuchamos pasos de alguien que se acercaba y sin pensarlo dos veces,
corrimos a escondernos tras el hueco de las escaleras.
Marta presa del pánico,
respiraba tan fuerte que a distancia podía escucharse. Pasé mi
brazo sobre su hombro y susurrando le dije:
- No tengas miedo,
estamos juntas las cuatro, no pasará nada.
Mis palabras sirvieron de
ayuda para que su agitación se aplacara un poco, lo suficiente para
que no nos descubrieran.
En unos instantes
alcanzamos a ver un hombre bajito, con pantalones oscuros y camiseta
blanca. En su camiseta se apreciaban manchas rojas de distintos
tamaños, nos miramos unas a otras sin hablar, pero nuestras miradas
decían que todas pensábamos lo mismo.
El extraño personaje
abrió con una de las múltiples llaves que traía en un manojo, la
puerta que escondía el misterio y se adentro en el aula dejándola
entreabierta.
Dejando pasar unos
segundos nos acercamos hacia la puerta. Nuestras caras se volvieron
pálidas al contemplar lo que dentro había. Bultos de distintos
tamaños tapados con sábanas blancas, estas impregnadas de manchas
rojas. Marta no pudo contenerse y presa del pánico lanzó un grito,
el hombre al oírla se dirigió veloz hasta la puerta, y enfadado al
vernos dijo:
- ¿ Qué estáis
haciendo aquí ?
Asustada al igual que las
demás Nadia contestó:
- Señor nosotras vimos
manchas rojas en el baño y siguiendo las del suelo llegamos hasta
aquí, sólo queríamos obtener respuestas.
El hombre con su rostro
serio dijo:
- Entonces ya me habéis
descubierto, ven acércate
Añadió mirándome a
los ojos y yo lentamente obedecí.
- Ve allí junto a la
ventana y quita la sábana.
Con temor a lo que podría
encontrar debajo, con los ojos cerrados y lentamente levanté la
sábana, entonces escuché las enormes carcajadas que brotaban de los
labios de aquel hombre. Despacio abrí mis ojos llevándome una gran
sorpresa al contemplar un viejo calefactor que bajo la sábana se
hallaba.
El hombre ahora con
rostro cariñoso se dirigió a nosotras:
- Si antes de haber
sacado conclusiones misteriosas hubieseis sido mas observadoras, os
habríais dado cuenta de que las rejas de las ventanas antes eran
verdes y ahora son rojas. Yo tan sólo soy un simple pintor, las
marcas del suelo son a causa del goteo de mis cubos y la de la pared
consecuencia de mi cansancio, pues al esperar que se llenen de agua
los cubos, apoyé mi mano manchada en ella. Luego volví y limpié
todo lo ensuciado. Avergonzadas pedimos perdón al señor pintor y
nos retiramos para volver a clase.
Lo que apuntaba ser una
serie de crímenes escolares, terminó siendo una situación
bochornosa para nosotras, que con el tiempo quedó en una anécdota
que produce una alegre hilaridad.
FIN
Alejandra M.C. 15/10/12